En este necesario proceso de humanización tenemos cuatro dimensiones que pudieran ser más específicas y estratégicas en el abordaje del dolor:
1. Accesibilidad al servicio: Es prioritaria la derivación directa desde Atención Primaria a las unidades de dolor para acortar el tiempo de ser atendido desde que son diagnosticados de dolor crónico.
2. Atención holística a la persona con dolor: Se plantea trabajar en dos grandes líneas para proporcionar una atención y valoración integral de la situación de la persona, necesario para poder ofrecer una atención adecuada al dolor crónico. La primera línea de acción se centrará en promover la incorporación de todas las facetas de la vida del paciente en su valoración y en la atención al dolor. La segunda, incorporar a la práctica clínica la medida multidimensional de resultados en dolor.
3. Empoderamiento del paciente: La autonomía del paciente se refiere a la toma de decisiones compartida con información apropiada para dar el consentimiento a las actuaciones y todo lo relativo a las decisiones anticipadas sobre sus tratamientos y el respeto a su capacidad para decidir, en el caso del dolor los pacientes deben entender el tratamiento que reciben, con sus riesgos y beneficios, facilitando así la toma de decisión, así como conocer las alternativas farmacológicas y no farmacológicas disponibles para perder el miedo a su manejo, siendo conocedor de sus ventajas y efectos adversos.
4. Coordinación y continuidad de la atención: El proceso de atención a la persona con dolor no termina en el acto de relación de médico paciente, sino que empieza ahí. Es preciso el seguimiento en la atención a estos pacientes para comprobar su adherencia al tratamiento, si aparecen efectos adversos o si existen indicios de consumo aberrantes de diversos fármacos. Para este labor es preciso contar con el fundamental papel de enfermería, así como con atención primaria y con la farmacia comunitaria.